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viernes, 26 de junio de 2009
Salvador Allende Gossens, texto enviado por Reinaldo Godoy
Salvador Allende Gossens; Valparaíso, 26 / 06/ 1908 - Santiago de Chile, 11/ 9/ 1973) Político chileno, líder del Partido Socialista, del que también fue cofundador en 1933. Fue presidente de Chile desde 1970 hasta el golpe de estado dirigido por el general Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973, día en que falleció en el Palacio de la Moneda, que fue bombardeado por los golpistas. Salvador Allende perteneció a una familia de clase media acomodada. Estudió medicina y, ya desde su época de estudiante universitario, formó parte de grupos de tendencia izquierdista. Más tarde, alternó su dedicación a la política con el ejercicio profesional. Participó en la elección parlamentaria de 1937, y salió elegido diputado por Valparaíso. Fue ministro de sanidad del gabinete de Pedro Aguirre Cerda entre 1939 y 1942. A partir de entonces se convirtió en líder indiscutible del partido socialista. En 1952, 1958 y 1962 se presentó a las elecciones presidenciales. En la primera ocasión fue temporalmente expulsado del partido por aceptar el apoyo de los comunistas, que habían sido ilegalizados, y quedó en cuarto lugar. En 1958, con el apoyo socialista y comunista, quedó en segundo lugar tras Jorge Alessandri. En 1964 fue derrotado por Eduardo Frei Montalba, que propugnaba un programa de "revolución en libertad", cuyos puntos sustantivos eran la reforma agraria, el establecimiento de un programa destinado a incrementar la participación de la ciudadanía, la chilenización del cobre (es decir, el control por el estado de los beneficios de su explotación) y la realización de una reforma educacional. La candidatura de Allende, que encabezaba el FRAP, conformado por la alianza de socialistas y comunistas, sólo suponía diferencias de ritmo y envergadura. El FRAP proponía nacionalizar la totalidad de las empresas cupríferas, transformándolas en propiedad social por medio del Estado, y una reforma agraria de mayor alcance. El resultado de las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1964 fue claro y definitivo. Eduardo Frei obtuvo el 56,9% de los votos, en tanto que Salvador Allende lograba el 38,93% del total. La "revolución en libertad" estaba concebida como un intento de modificar las estructuras fundamentales del país, pero en un marco de democracia y respeto al orden institucional. Las críticas que desde un comienzo surgieron hacia el gobierno de Frei tuvieron su origen en la naturaleza de las medidas a tomar. Para la derecha, las transformaciones propuestas tenían un repudiable carácter socialista. Para la izquierda, eran sólo intentos reformistas, condenados al fracaso por su propia banalidad. En paralelo con el avance de importantes medidas sociales, el panorama político durante el gobierno de Frei Montalva fue de aumento de la polarización, incluso en el interior del Partido Democratacristiano, que sufrió importantes divisiones, así como el desligamiento de sectores de su juventud hacia posturas más vinculadas a la izquierda. Por fin, las elecciones parlamentarias de 1969 mostraron la nueva situación política del país, en tanto sus resultados apuntaron a perfilar tercios irreconciliables, en gran medida debido a la disminución del apoyo al centro político y el fortalecimiento de las opciones de izquierda y de derecha. Esta situación se reflejaría con mayor claridad en las elecciones presidenciales de 1970, marcadas por el enfrentamiento de proyectos de sociedad antagónicos e imposibles de conciliar. En ellas resultó victoriosa la alianza de comunistas, socialistas, sectores del radicalismo y el MAPU en la llamada Unidad Popular, que estaba encabezada por Allende, con el 36, 3 % de los sufragios. El estrecho margen de diferencia con los votos recibidos por los otros dos candidatos, Jorge Alessandri por la derecha y Radomiro Tomic por la Democracia Cristiana, obligó a que la elección de Allende fuera ratificada por el congreso, en el que se enfrentó a una fuerte oposición. Por fin, el 24 de octubre de 1970, tras lograr el apoyo del Partido Demócrata Cristiano con la firma de un Estatuto de Garantías Democráticas que se incorporaría al texto constitucional, Salvador Allende fue proclamado presidente. Desde la fecha de comienzo del mandato (el 3 de noviembre), las dificultades que el nuevo gobierno debió enfrentar fueron inmensas. Ya antes de la asunción presidencial se realizaron intentos por abortar el proceso, el más grave de los cuales terminó con el asesinato por parte de un comando de ultraderecha apoyado por la CIA del Comandante en Jefe del Ejército, general René Schneider, que era un decidido partidario de la subordinación del poder militar al civil. A pesar de ello, la Unidad Popular, una vez en el gobierno, emprendió la realización de su plan de acción, el cual ponía énfasis en la profundización de las medidas reformistas iniciadas por la administración anterior. Así, se amplió el volumen de tierras expropiadas y se inició la socialización de importantes empresas hasta entonces en manos privadas, las cuales pasaron a ser dirigidas por trabajadores asesorados por funcionarios proclives al Gobierno. Además, se concretó la nacionalización del cobre, sin pago de indemnizaciones a las empresas norteamericanas, lo cual significó el enfrentamiento con los Estados Unidos, quienes a partir de ese momento apoyaron abiertamente a los grupos opositores al gobierno socialista. Esta oposición se estructuró en distintos frentes; en lo político, en un parlamento en el cual representantes de derecha y democratacristianos actuaban unidos; en el plano de lo ilegal, en los grupos de carácter terrorista que dinamitaron torres de alta tensión y líneas férreas. A pesar de esta rígida oposición, el Gobierno de Allende contó con un apoyo importante por parte de la ciudadanía, en particular de los sectores populares, que se veían directamente beneficiados. En efecto, el Estado subsidiaba gran parte de los servicios básicos, además de apoyar a organizaciones de trabajadores, campesinos y pobladores urbanos en sus demandas de participación.
martes, 27 de enero de 2009
Crítica Historiográfica por Eloy Reverón
José Nucete Sardi, Aventura y Tragedia de Don Francisco de Miranda, Barcelona, Plaza & Janes, (Colección rotativa) (1ª Ed.1935) 1971
José Nucete Sardi fue un estudioso de Miranda y miembro de número de la Academia Nacional de la Historia que tuvo en su haber la traducción de autores extranjeros como James Biggs, Jhon Edsal, Robert Semple; e incluso de Alejandro Humboldt, y una interesante lista de trabajos académicos. Publicó la primera edición de esta obra en 1935, además de haber escrito los prólogos de varios tomos; del XVI al XXIV de la colección del Archivo de Miranda. Entre los escritores venezolanos que han tratado el tema de Miranda, el autor es uno de los más difundidos y traducidos a mayor número de idiomas, y uno de los primeros que tuvo acceso a la documentación que hoy ha sido declarada patrimonio de la humanidad.
Trata de comprender al personaje aludiendo discursivamente a la conciencia histórica y al sentido de responsabilidad americana, pero su visión se vuelca hacia la admiración que siente por la aventura mirandina en virtud de su proyección universal. Vale decir, que universal en sentido que la ideología colonialista otorga a lo universal: eurocéntrico. Ubica el primer capítulo dentro del contexto cronológico del gobierno de Carlos III, pero no establece parámetros críticos sobre el sentido histórico de su política ni en la vida del protagonista, ni aún en la evolución de la política. Se queda en comentarios superficiales acontecidos en la travesía del viajero, su epopeya francesa, su perfil de conspirador. Describe mucho y analiza poco. Menciona sus encuentros con algunos jesuitas, pero no parece preocuparle la razón por la cual Miranda los buscaba.
Nucete no vislumbra la lucha de clases en la crisis de la Primera República. Ni siquiera la explosión social. Sus ojos oligarcas perciben al pueblo que se levanta contra un gobierno esclavista, como a realistas españoles. Menos a Miranda como a un afrodescendiente insular que no estaba más lejos del odio de los mantuanos que los pardos. Menos que podía estar más identificado socialmente con la rebelión de los pardos que tenían tienda como su padre o los canarios como Monteverde.
Lejos de eso otorga un carácter anecdótico a la entrega de Miranda a sus enemigos. Hace énfasis en que Bolívar lo entregó para castigar a un traidor, y no para hacer un servicio al rey. Termina señalando que “Monteverde, al conceder el pasaporte al Joven Bolívar, durante la conversación que tuvo con éste y el señor Iturbe, dice que se dieron en recompensa al servicio que había hecho al rey, con la prisión de Miranda.”(Nucete: 1971,p 280). En este sentido, Miranda estuvo en un laberinto, de donde los especialistas en estudios Mirandinos no han llegado a la esencia del asunto.
Nucete, muy bien informado, pero carente de la técnica que le permitiría hacer una exposición más ordenada desde el punto de vista cronológico, resulta parco para aclarar la procedencia de sus argumentos. Tampoco evita confundir al lector que se inicia en el tema. Circunstancia que no desmerece su seriedad al exponer uno de los ejes centrales de su discurso, la aventura. En este caso la seriedad con que aborda el tema de la relación del Caraqueño con la Emperatriz rusa viene dado por su conocimiento de los estudios realizados por el profesor Vladimir Mijáilovich Miroshevki (1900 1942) quien destaca las razones de peso que el gobierno zarista tenía para interesarse por los asuntos americanos. Aspecto de coloca como apéndice junto otro relativo a la trayectoria histórica del apellido de Miranda, en esta edición de 1971.
Esta obra debe ser leída después de conocer los trabajos de Miranda de autores como Ricardo Becerra, Caracciolo Parra Pérez, Arístides Rojas, Vicente Dávila, W.S. Robertson, James Biggs, Moses Smith, Blanco y Azpurua, y Carlos Felice Cardot. No debo concluir esta reseña sin observar la principal característica que apreciamos en este trabajo: el criterio autoritario propio de una cultura de dominio, no olvidemos que la primera edición corresponde al año cuando moría el general Gómez, los autores eran considerados autoridades en la materia, y aunque los positivistas pertenecientes a las “luces del gomecismo” como Vallenilla, Gil Fortoul, Parra Pérez, y otros cautivados por el cientificismo de la época, se esmeraron en señalar las fuentes; Nucete, también autor de los prólogos de buena parte de los tomos del Archivo de Miranda, ni se molesta en citar, limitando el discurso a la autoridad que proyectaba su prestigio intelectual. Su visión romántica de Miranda y el bosquejo biográfico que construye, resulta una lectura amena y superficial para percibir una idea general de sus andanzas.
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